Verbum Domini – Domingo XII del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
Comentario a las lecturas del XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C, 2025
VERBUM DOMINI


“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
(Lc 9,20)
Jesús, Maestro y Señor, enséñanos a reconocer tu rostro en cada situación de nuestra vida. Que podamos responder con valentía a tu pregunta: “¿Quién dices que soy yo?”. Danos la fuerza para seguirte cada día con fidelidad. Amén.
Un Dios que se deja descubrir en lo profundo del corazón
Este domingo la liturgia nos propone una escena fundamental del Evangelio: Jesús cuestiona a sus discípulos acerca de su identidad. “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Es una pregunta que atraviesa no solo la historia, sino el corazón de cada creyente. Pedro responde: “El Mesías de Dios”, reconociendo en Jesús al Enviado, al que había de venir. Este momento es clave, pues Jesús aprovecha para enseñar el verdadero sentido de su misión: el Mesías no será un líder triunfalista, sino un Siervo doliente.
En la primera lectura, el profeta Zacarías anuncia que el pueblo mirará al que traspasaron, y que de este dolor brotará una fuente de purificación y gracia. Jesús anticipa precisamente esto: su pasión, muerte y resurrección como camino de salvación. Así mismo, san Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda que ya no hay distinción entre unos y otros, pues todos somos uno en Cristo: revestidos de Él por el bautismo, participamos de su vida, de su destino y también de su misión.
Seguir a Cristo implica cargar con la cruz y confiar
La pregunta de Jesús sigue vigente: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?”. La respuesta a esta pregunta debe ser una algo que brote de la experiencia, puesm, seguir a Jesús significa abrazar el camino de la cruz, no como resignación sino como entrega. Cada uno de nosotros sabe "dónde le aprieta la cruz": una enfermedad, una relación rota, una dificultad económica, un pecado que cuesta dejar... ¡Ahí, Jesús nos invita a caminar con Él!
Pedro reconoce al Mesías, pero aún no comprende el modo en que Jesús será Mesías: no por la fuerza, sino por el amor que se entrega. Por eso Jesús le manda callar. A nosotros, en cambio, nos toca hablar, testimoniar con la vida. Como ha dicho, en su momento, el Papa Francisco: “No somos cristianos porque digamos que lo somos, sino porque dejamos que el Señor viva en nosotros y se manifieste a través de nuestras obras”.
Zacarías hablaba de un manantial que brotará para purificar al pueblo y, precisamente, ese manantial es el corazón traspasado de Cristo. Cada vez que nos acercamos a Él con humildad y fe, encontramos fuerza para seguir adelante. Y cuando todo parece perdido, la esperanza se reaviva porque Cristo resucitó, y nos invita a vivir como resucitados.
Ser testigos hoy
Necesitamos cristianos que respondan con la vida a la pregunta de Jesús y que lo reconozcan no solo en la misa, sino en el hermano necesitado, en el joven confundido, en la familia que busca sentido. Testimoniar a Cristo es aprender a negarnos a nosotros mismos y abrirnos al amor.
En tiempos donde el egoísmo parece reinar, seguir a Jesús significa ir contracorriente. Tomar la cruz no es cargar con la tristeza, sino con el amor que se entrega. Vivamos nuestra fe con alegría, sabiendo que no estamos solos: somos uno en Cristo, y en Él todo es posible.