Verbum Domini – Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Comentario a las lecturas del XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C, 2025

VERBUM DOMINI

7/19/20254 min read

“María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”

📖 (Lc 10, 42)

Señor Jesús, concédenos la gracia de la hospitalidad de Abraham para acoger tu presencia en cada hermano.

Danos un corazón como el de María, capaz de priorizar la escucha atenta de tu Palabra, para que, alimentados por ti, podamos servir con amor y sin ansiedad.

Que nuestras vidas sean un canto de alabanza y un testimonio de que Tú eres la única cosa necesaria.

Amén

Nos encontramos en el XVI Domingo del Tiempo Ordinario, un tiempo litúrgico que nos invita a profundizar en la cotidianidad de nuestra fe, a discernir la voluntad de Dios en lo sencillo de cada día. Las lecturas de este domingo nos presentan dos escenarios de acogida y hospitalidad, en los que la presencia divina irrumpe para transformar lo ordinario en extraordinario. Desde la tienda de Abraham hasta la casa de Marta y María, somos llamados a reflexionar sobre cómo recibimos a Dios y qué lugar ocupa Él en nuestras vidas.

La Hospitalidad que Abre el Cielo y el Corazón

La primera lectura, tomada del libro del Génesis (18, 1-10a), nos sumerge en la admirable escena de la hospitalidad de Abraham. En el encinar de Mambré, bajo el calor del mediodía, Abraham recibe a tres forasteros. Su prontitud, su humildad al postrarse en tierra, y su generosidad al ofrecer lo mejor de su casa (agua, pan, un ternero tierno) son un modelo de acogida. Lo que Abraham no sabe, o quizás intuye, es que está recibiendo al mismísimo Señor. Esta hospitalidad desinteresada no solo trae frescura y sustento a los viajeros, sino que abre las puertas a una promesa que parecía imposible: el nacimiento de un hijo a Sara, su esposa, ya avanzada en edad. Este pasaje nos revela que la hospitalidad, cuando es sincera y generosa, no solo es un acto de caridad hacia el prójimo, sino un encuentro con Dios mismo, que se manifiesta en el rostro del forastero, del necesitado, del que llama a nuestra puerta. La bendición de Dios se derrama sobre quienes abren su corazón y su hogar. El Salmo Responsorial (Salmo 14) nos complementa, al describir al "hombre que procede honradamente y obra con justicia", aquel que es digno de habitar en la morada del Señor. La hospitalidad de Abraham es el eco de una vida recta y justa.

La Mejor Parte: La Escucha Atenta a Jesús

El Evangelio de Lucas (10, 38-42) nos traslada a la casa de Betania, donde Jesús es recibido por dos hermanas: Marta y María. Marta, con su espíritu diligente y servicial, se afana en los quehaceres para ofrecer la mejor atención a su huésped. Su preocupación es noble y necesaria; busca servir con excelencia. Sin embargo, María, sentada a los pies de Jesús, elige escuchar su palabra. Este contraste, lejos de ser una condena al servicio, es una invitación a discernir lo esencial. Jesús no reprocha a Marta su trabajo, sino su inquietud y preocupación por "muchas cosas". "Una sola es necesaria", le dice el Señor, y María ha escogido "la mejor parte".

La "mejor parte" no es la inactividad, sino la prioridad de la escucha. Es reconocer que la presencia de Jesús y su palabra son el alimento fundamental, la fuente de vida que da sentido a toda acción. El servicio de Marta es valioso, pero sin la raíz de la escucha, puede convertirse en mero activismo, en preocupación estéril. La Palabra de Dios nos nutre, nos guía y nos da la perspectiva correcta para el servicio. Esta primacía de la escucha es un eco de la segunda lectura, de la Carta a los Colosenses (1, 24-28), donde san Pablo se alegra de sufrir por la Iglesia, proclamando el mensaje de Cristo que es "la esperanza de la gloria". La escucha de la Palabra nos une a ese misterio de Cristo que vive en nosotros y nos capacita para ser "cristianos perfectos".

Ser testigos hoy

En un mundo que a menudo nos exige ser Marta —productivos, eficientes, siempre ocupados—, este Evangelio nos interpela. No se trata de abandonar el servicio, sino de darle el lugar correcto. La vida cristiana no es una dicotomía entre la acción y la contemplación, sino una integración armónica de ambas. Primero, la escucha atenta de la Palabra, que nutre nuestro espíritu y orienta nuestro corazón; luego, el servicio generoso, que brota de un encuentro profundo con Cristo.

Como comunidad, estamos llamados a ser Abraham, abiertos a la presencia de Dios en los hermanos, especialmente en aquellos que menos esperamos. La hospitalidad, en su sentido más amplio, es una virtud cristiana fundamental que nos abre a la gracia. Y como María, estamos invitados a sentarnos a los pies de Jesús, a hacer un espacio de silencio en medio del ruido de nuestras vidas, para acoger su palabra que sana, libera y transforma. En nuestras parroquias, en nuestras familias, en nuestros ambientes de trabajo, ¿estamos priorizando la escucha de Dios? ¿Permitimos que su palabra nos moldee antes de lanzarnos a la acción? Que este domingo sea una oportunidad para reorientar nuestra vida hacia "la mejor parte", para que todo nuestro quehacer brote de un corazón que primero ha escuchado al Señor.