Verbum Domini – Solemnidad de San Pedro y San Pablo, Apóstoles (Ciclo C)

Comentario a las lecturas de la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. Ciclo C, 2025

VERBUM DOMINI

6/26/20253 min read

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”

(Mt 16,18)

Señor Jesús, que elegiste a Pedro para sostener a sus hermanos y a Pablo para anunciar tu Nombre a los pueblos, concédenos una fe firme como la de Pedro y una pasión ardiente como la de Pablo. Que tu Iglesia, cimentada sobre sus testigos, crezca en unidad, valentía y esperanza. Amén.

Una doble historia de fidelidad y conversión

En este día solemne, la Iglesia celebra la fiesta de dos columnas fundamentales de nuestra fe: Pedro y Pablo. Ambos fueron muy distintos en su origen y temperamento, pero los dos fueron elegidos por Cristo para ser testigos de su Evangelio hasta el extremo. Las lecturas de hoy nos presentan sus historias no como biografías separadas, sino como un testimonio conjunto del poder del amor de Dios que transforma, fortalece y envía.

La primera lectura (Hech 12, 1-11) nos muestra a Pedro prisionero, vigilado, encadenado... y sin embargo liberado por un ángel del Señor. Es un testimonio poderoso de cómo la oración de la comunidad y la intervención divina lo sostuvieron en la tribulación. Pedro no era perfecto: lo había negado, se había asustado, y sin embargo, Dios confía en él. En la segunda lectura (2Tim 4, 6-8.17-18), Pablo habla desde la experiencia de quien ha combatido el buen combate. No desde el orgullo, sino desde la confianza: "El Señor me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación".

El Evangelio (Mt 16, 13-19) nos remite al momento crucial en el que Simón reconoce a Jesús como el Mesías. Esa confesión de fe se convierte en el cimiento de su misión. Jesús le da un nuevo nombre, como símbolo de la misión a la que es llamado: ya no será Simón, sino Pedro, la roca. Este cambio de nombre refleja una misión nueva: ser fundamento visible de la Iglesia y portador de las llaves del Reino.

Fe que transforma y envía

Lo más sorprendente de la Solemnidad que celebramos hoy no es sólo la grandeza de Pedro y Pablo, sino la grandeza de Dios obrando en sus fragilidades. Pedro era impulsivo, Pablo fue perseguidor. Y sin embargo, ambos fueron instrumentos de unidad, de evangelización y de esperanza. Esto nos recuerda que la santidad no se construye en el idealismo, sino en la fidelidad concreta.

Pedro, con sus miedos y su ternura; Pablo, con su vehemencia y pasión misionera: los dos abrazaron la cruz y se dejaron moldear por el Espíritu. Ambos comprendieron que seguir a Cristo implicaba perder la vida, para ganarla de verdad. Esta celebración nos invita a contemplar nuestra propia vida a la luz de la vocación de estos dos gigantes de la fe.

Ser testigos hoy

Como Pedro, también nosotros hemos sido perdonados muchas veces. Como Pablo, también nosotros tenemos un pasado que Dios puede redimir y transformar. Hoy, el Señor nos hace la misma pregunta: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?”. ¡Cuánta necesidad hay en nuestro mundo de testigos valientes que respondan con la vida a esa pregunta!

Celebrar a Pedro y a Pablo es abrazar nuestra vocación bautismal de ser piedras vivas, de ser anunciadores del Evangelio, de ser puente y no muro, de unir y no dividir, de fortalecer la fe de los hermanos. En un mundo que cambia rápido y que muchas veces tambalea, el testimonio de estos dos apóstoles nos ayuda a redescubrir la fuerza de la unidad en la diversidad, y la belleza de una fe que se hace camino.